En un pueblo del norte de Madrid que está entre los pueblos
de El Molar, San Agustín de Guadalix, y la Cabrera, entre otros, estamos en el
mes de agosto entre mujeres y hombres, trabajadores y usuarios. Entre un
apartamento y otro, hay mujeres, por un lado, y hombres por otro. De dos en dos
estamos juntos. Nos supervisan educadoras y psicólogas que llevan la dirección
de la Residencia.
Antes era Granja y Residencia a la vez, ahora solo
residencia sin animales como antes. En verano estuvimos algo menos de gente por
descanso vacacional comparado con el resto del año. También hacemos una
actividad que se llama limpieza de espacios comunes, o LEC.
Allí, aunque sea una residencia, me gusta ir, aunque sea con
normas. Hacemos poca cosa en agosto, estamos tranquilos, nos organizamos con la
medicación que llevamos desde Madrid para no perder el ritmo. También usamos los ordenadores en el tiempo libre.
Por la mañana, antes de desayunar, hacemos las camas. Después
del desayuno, que es entre las 9 y 10 menos diez, hay una reunión llamada asamblea,
para hablar de todo en general. Cerca está el pueblo a 3 kilómetros desde la residencia.
Me fui varias veces andando al pueblo con chaleco reflectante. Había veces que me
fui a los comercios a comprar: hay dos chinos o un supermercado llamado Unide.
Se descansa y la comida es muy buena: comer un plato es
obligatorio, y algunos días nos tocaba ayudar en cocina, principalmente el fin
de semana. Para coger la comida es un autoservicio, cogiendo la bandeja
de uno en uno. Tenemos normas de convivencia. Me gusta ir porque descanso del
calor que hace en Madrid. También escucho música o veo la televisión en la zona
común.
Lo que hecho de menos es la prensa: echo de menos mirarla y
ojearla. También hay buenas compañeras y compañeros, las trabajadoras chapó.
Aunque no me quiero aislar me gusta estar escuchando la
radio en mi apartamento tomando el sol en la terraza.
-Luis
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